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Economía

Medidas oficiales

Inversiones: una promoción que es necesaria, pero no suficiente

El Gobierno ya convocó al primer concurso para acceder a beneficios para las industrias. Para las pymes, sería complejo

Por  Nino Fernández
Invertir es apostar a la producción del futuro y el nuevo régimen tiene todavía muchos interrogantes. Invertir es apostar a la producción del futuro y el nuevo régimen tiene todavía muchos interrogantes.

En un nuevo capítulo de la historia local de los incentivos a la inversión, el Gobierno acaba de concretar el primer llamado a presentación de proyectos para los interesados en acceder a las ventajas de la Ley 26.360 de Promoción de Inversiones. La iniciativa, por supuesto, pretende apuntalar una de las variables más afectadas por la incertidumbre empresaria del último año.

“Queremos avanzar en el proceso de reindustrialización, incentivando la inversión productiva que genera empleo, con el objetivo de hacer más denso el entramado industrial mediante la generación de valor agregado local y la sustitución de importaciones”, dijo Débora Giorgi, ministra de Industria.

Aunque continúa la línea del cuestionado régimen anterior (Ley 25.924), de septiembre del 2004, la nueva norma presenta algunos cambios que, para sus defensores, la hacen más ágil y transparente, pero que genera dudas entre expertos y empresarios acerca de las posibilidades de acceso de las pymes al mecanismo.

Se busca fomentar la inversión en bienes de capital nuevos en la actividad industrial y en obras de infraestructura, a través de dos tipos de ventajas impositivas: la amortización acelerada en Ganancias y la devolución anticipada del IVA. Sólo aquellas empresas cuyos proyectos estén destinados íntegramente a la exportación o a la reconversión industrial para producción limpia, podrán aspirar a ambos beneficios simultáneamente.

El régimen, que se extenderá por tres años, fija un cupo fiscal de $ 1.000 millones anuales destinado a todo tipo de emprendimiento de origen manufacturero y uno de 200 millones, también anual, exclusivamente para pymes.

Diferencias y dudas
Según la consultora Orlando Ferreres & Asociados, la inversión privada en la Argentina cayó en julio pasado un 48,5% frente a igual mes del 2008, mientras que agosto mostró una baja del 13,6%.

En este marco, de una anemia inversora que cuestiona cualquier posibilidad de crecimiento, el Gobierno reglamentó la nueva ley de promoción. Se mantuvo, eso sí, la columna vertebral del régimen anterior, que si bien promovió inversiones por $ 8.570 millones, recibió cuestionamientos por favorecer, presuntamente, la concentración de capital, vía estímulos a grandes compañías, mientras resultaba escasamente amigable para las pymes.

Para Diego Coatz, economista Jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA), “la normativa anterior tuvo éxito en los montos de aplicación y en sus efectos multiplicadores consecuentes, conllevando a importantes inversiones de empresas relevantes de nuestro país, pero no se pudo ocupar el cupo otorgado a las empresas de menor tamaño”.

Por su parte, Raúl Ochoa, economista que participó en el diseño de la Ley 25.924, como integrante de la Agencia de Desarrollo de Inversiones durante la gestión de Roberto Lavagna, dice que la complejidad del instrumento que desalienta a las pymes obedece a la existencia de los cupos fiscales. “Esto obliga a hacer controles muy estrictos de asignación y cumplimiento, que involucran a la AFIP, por un lado, y a la secretaría Legal Administrativa, por el otro. Pero además, por las características de este régimen, participan dos ministerios y varias secretarias, por lo que todo se torna complejo”, dice.

El especialista agrega que aquella norma fue sumando complejidad con los años hasta alcanzar un total de 69 normativas, que explican que aún hoy se estén aceptando proyectos de inversión. En cambio, la versión actual sólo tiene 5 “pero es igualmente compleja”.

Para Ochoa es sorprendente que la norma tenga carácter retroactivo a octubre del 2007 y un principio de ejecución del 15%, lo que significa que el interesado en el beneficio debe demostrar que inició hace dos años la inversión y que aún le resta concretar al menos el 85% de la misma. Esta condición, dice “podría estar demostrando cierta tendencia a privilegiar grandes inversiones, en la que poco tienen que ver las pymes”.

Sin embargo, “esta herramienta fue pensada para llegar tanto a grandes empresas como a las pymes. Y la hemos dotado de la suficiente agilidad para que en seis meses el empresario comience a percibir el beneficio”, dijo Giorgi.

Cambios
Entre los cambios que presenta la nueva legislación respecto al régimen anterior, figura la existencia de concursos públicos separados para las grandes empresas y pymes que se presenten al cupo mayor. De esa forma se evita que las grandes corran con ventaja al rankear los proyectos de acuerdo a valores de producción y empleo. También aparecen como ventajas el establecimiento de 60 días para que los interesados presenten todos los requisitos y la creación de una unidad de evaluación “ad hoc”, con dedicación exclusiva y permanente.

Para Coatz, será esencial la calidad de funcionamiento que pueda exhibir esta unidad de evaluación, así como “la reglamentación en torno a la formula polinómica que ordena los proyectos en un ranking que prioriza generación de empleo, aumento de la producción, de las exportaciones, la integración nacional, mejoras en la productividad y tratamiento ambiental”.

Por su parte, Raúl Zylbersztein, secretario general de la Confederación General Empresaria de República Argentina (CGERA), destaca algunas mejoras en el régimen; pero advierte que “le falta diferenciar los trámites y requisitos exigidos para los diferentes tamaños de empresas. Es una enorme inequidad no darle un estatus diferenciado a la empresa pyme y esto también vale para los costos”, dice.

Todo bien, ahora habría que hacer algo con la tasa de interés.

 
 
  Fuente Diario Clarin 1/11/09
   
 
 

“Tienen que explicar al campo en qué gastarán los impuestos”

 
  Por Matias Barberia  
  HA-JOON CHANG, ECONOMISTA HETERODOXO  
 

Gurú. El coreano es admirado por analistas ligados al Gobierno y a la industria nacional.

Los sectores más heterodoxos de la ciencia económica local disfrutaron de la visita del economista coreano Ha-Joon Chang.
En dos presentaciones, la semana pasada, se ganó aquí el aplauso de oficialistas e industriales. Primero frente a la joven y oficialista Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA) y más tarde durante Protextil, la convención anual de la Fundación ProTejer, que agrupa a industriales textiles nacionales, Chang defendió las medidas proteccionistas para el desarrollo de los países emergentes.

Luego de la presentación ante los industriales, Chang accedió a una entrevista con PERFIL. “Tal vez hace cien años, cuando la población era mucho menor, era posible volver rico a un país puramente exportando carne y trigo. Pero ahora, ningún país se hace rico vendiendo granos.”

—¿Acaso no es la opción más inteligente optar por vender los productos más competitivos?

—En el corto plazo, es más eficiente optar por el libre comercio, porque un país vende su carne, vende su soja y compra juguetes chinos o autos japoneses. Pero en el largo plazo, si un país no desarrolla sus industrias de valor agregado, no va a alcanzar nunca un nivel de desarrollo aceptable.

—¿Cómo se alcanza ese balance entre el corto y el largo plazo?

—Se necesita un acuerdo político enorme, un consenso nacional en este tema. Los productores agrarios se van a quejar, y es lógico, porque el Estado les quita un montón de dinero, pero ese desacuerdo disminuye si los productores logran ver que esos impuestos que les aplican son utilizados eficientemente. ¿Cómo es que se llega a ese tipo de acuerdo? La verdad es que no sé, no quiero ser simplista ni tengo un conocimiento tan grande de la política argentina.

—¿Una política impositiva eficiente sería la clave?

—Exacto. Impuestos eficientes son la clave. Los proteccionistas deben persuadir al sector agropecuario de que tienen una verdadera política productiva de desarrollo. Tienen que decirles a los productores agropecuarios que van a invertir esos impuestos en infraestructura, en desarrollar sectores estratégicos y ese plan debe ser conocido, compartido y creído por los distintos sectores.

—¿En qué dirección cree que va la Argentina?

—En realidad, no lo sé. Depende mucho de qué hagan los argentinos en estos próximos años, cómo manejen la salida de la crisis financiera internacional y las decisiones que tomen. Creo que el Gobierno argentino no ha sido perfecto, para nada, pero ha hecho un trabajo bastante bueno en el intento de restaurar la salud de la economía local luego de la crisis anterior. Pero más allá de este gobierno, tendrá que ver más con la estrategia de largo plazo que elijan para su país. Ustedes pueden decidir seguir exportando soja, carne y otros productos primarios, pero en el largo plazo seguirán quedando retrasados respecto del resto del mundo.

La salida proteccionista


Ha-Joong Chang es un economista heterodoxo, de 43 años, nacido en Corea del Sur, egresado de la Universidad de Cambridge, donde hoy se desempeña como profesor.
Es uno de los autores preferidos del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, uno de los principales aliados del venezolano Hugo Chávez en Latinoamérica.
Chang ganó renombre internacional gracias a una amplia obra bibliográfica en la que se destaca el libro Patear la escalera, en el que denuncia como interesada la intención de los países ricos de exportar la creencia en el libre comercio a los países no desarrollados.
Según su análisis, los países que hoy gozan de los más altos nivels de desarrollo y optan por el libre comercio alcanzaron su prosperidad gracias a potentes políticas proteccionistas que permitieron a sus industrias desarrollarse hasta volverse competitivas.

 
  Fuente Diario Perfil  
   
  Destruyendo mitos
  ENTREVISTA a Ha-Joon Chang Por Tomás Lukin
   
 

Ha-Joon Chang: “Las políticas de libre mercado reducen el crecimiento económico y reinstauran la inestabilidad”.
“Los países centrales tienen el hábito de recomendar las políticas de liberalización del mercado y el comercio que fueron inútiles cuando ellos se estaban desarrollando”, sostiene Ha-Joon Chang. El economista especializado en desarrollo dialogó telefónicamente con Cash desde su casa en Cambridge, Inglaterra, y enfatizó la necesidad de tener una política nacional de desarrollo que proteja y estimule a determinados sectores productivos. El especialista heterodoxo de origen surcoreano se opone a las políticas de liberalización de la economía y advierte que los países desarrollados le dieron una patada a la escalera y reclaman a las economías periféricas que “hagan lo que ellos dicen pero no lo que hacen o hicieron”. Para Chang, una política de tipo de cambio competitivo es insuficiente para desarrollarse.
Usted estudió el proceso de desarrollo de muchas economías centrales, ¿qué caminos existen para los países de la periferia, hay alguna receta, de qué depende?
–Depende de cada país, de sus características. Si se ve la historia, desde el siglo XVIII en Inglaterra hasta los casos exitosos de las economías en desarrollo de Corea y Taiwán, todos usaron los mismos principios de protección industrial de Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, para desarrollarse. Básicamente, consiste en la protección industrial. Los gobiernos de los países en desarrollo deben proteger y nutrir las industrias jóvenes para que puedan incrementar su productividad y eventualmente competir en el mercado mundial.

Pero los países centrales recomiendan lo opuesto a los de la periferia.

–Los países ricos les imponen a los que están en la periferia el deber de desarrollarse a través del libre mercado, siguiendo supuestamente su camino, pero si se mira la historia es totalmente diferente. Hoy los gobiernos de los países ricos están interviniendo a diestra y siniestra en la economía y esto es totalmente opuesto a las políticas que recomendaban a los países en desarrollo. Las economías centrales tienen el hábito de recomendar las políticas de liberalización del mercado y el comercio que fueron inútiles cuando ellos se estaban desarrollando. Las políticas de libre mercado reducen el crecimiento económico y reinstauran la inestabilidad.
La oposición al uso de políticas proteccionistas o fiscales también se registra al interior de los países y entre los principales socios comerciales.

–Se puede vivir en el mismo país pero no compartir los mismos intereses. Si Argentina quiere desarrollar la industria manufacturera tiene que cobrarle impuestos al sector agropecuario, y a los agentes de esa actividad no les gusta. Los terratenientes son como Thomas Jefferson, primer secretario de Estado y tercer presidente de Estados Unidos, que se oponía fervientemente al programa de desarrollo de una joven industria de Hamilton. El razonamiento de Jefferson es simple, para qué necesitas una industria cuando puedes exportar los productos primarios y comprar en Europa el resto de los bienes que son mejores y más baratos, a diferencia de la ineficiente manufactura yanqui. En algunos casos la reacción es ideológica, apenas ven algún tipo de intervención estatal que no les gusta, se ponen histéricos.
¿Considera que un tipo de cambio competitivo es una herramienta para el desarrollo?

–En el corto plazo hay que mantener un tipo de cambio competitivo que permita mejorar el saldo comercial. Pero en el largo plazo no se puede resolver todo con el tipo de cambio. Sólo es posible mejorar la calidad de vida incrementando la capacidad productiva. Muchos países en desarrollo devalúan sus monedas una y otra vez, pero eso no los hace competitivos.
¿Por qué?

–Devalúan y el tipo de cambio permanece competitivo por un tiempo, pero las ventajas que surgen de una tasa competitiva tienen vida corta y son erosionadas por el mismo superávit comercial que generan. Es necesario mejorar constantemente la estructura de exportaciones para evitar el deterioro. Los trabajadores de automotrices alemanes ganan 30 dólares la hora y el producto alemán es competitivo. Probablemente en Tailandia los trabajadores ganen 5 dólares por hora, pero eso no los hace competitivos, porque la gente quiere autos alemanes. Las monedas altamente devaluadas revelan las debilidades de las estructuras productivas de los países. En el corto plazo estoy de acuerdo en que el tipo de cambio sea competitivo porque permite evitar los problemas de balanza de pagos y las crisis financieras, pero lo que va a determinar el desarrollo o no es lo que se haga con la industria.

¿Una estructura de exportaciones basada en productos agropecuarios puede impulsar un proceso de desarrollo?

–Depende. Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, Dinamarca prosperó sobre la base de las exportaciones agropecuarias. No es imposible, pero hay que tener en cuenta que Dinamarca es un país pequeño con 5 millones de habitantes que en ese momento podía exportar a mercados muy ricos y muy cercanos, como Alemania e Inglaterra. No es lo mismo exportar soja para la población urbana china. A diferencia del caso danés, hoy los argentinos son demasiados como para sostener una mejora en la calidad de vida a través de las exportaciones de soja, trigo y carne.

¿Es una señal de debilidad?

–La estructura de exportaciones argentina permaneció estancada, se siguen exportando las mismas cosas, productos primarios. A diferencia de Argentina, Corea del Sur mejoró y modernizó continuamente su estructura exportadora. Hay que mejorar los productos agropecuarios y diversificarse hacia las exportaciones de manufacturas industriales. Incluso en las exportaciones agropecuarias que pueden mejorar. Argentina tiene mejor vino que Chile, pero en Inglaterra recién se está empezando a conocer. Los chilenos han sido mucho más efectivos en el marketing y poniendo etiquetas muy lindas.

¿Cuánto duran los procesos de desarrollarse?

–Ese es el punto. Tomemos el caso de Nokia. La empresa finlandesa comenzó como un conglomerado maderero y en 1960 decidió abrir una división electrónica que dio ganancias por primera vez en 1977. Fueron necesarios 17 años para que diera beneficios. Las pérdidas se compensaban con los ingresos de otras empresas del grupo. Algo similar sucedió en Japón, donde la industria automotriz necesitó entre 30 y 40 años de proteccionismo y subsidios para volverse competitiva. En estos procesos fue fundamental el rol del Estado y las regulaciones para asegurar el éxito de esos sectores.

¿Algunas culturas son incapaces de desarrollarse?

–Algunos piensan que los coreanos y japoneses se desarrollaron porque tienen una cultura adecuada, trabajan duro y ahorran mucho. Mientras que países como Argentina no tuvieron éxito porque les gusta bailar tango, tomar mate y son vagos. Eso es totalmente mentira. A los coreanos nos encanta gastar. Mucho de lo que se piensa de las culturas de los países es el resultado de las políticas económicas.

¿En qué sentido?

–Hacia fines de los ‘80 y comienzos de los ‘90 el ahorro de las familias en relación al PIB en Corea del Sur era del 20 por ciento. Hoy el ahorro en Corea ronda el 1 por ciento del PIB, entre los más bajos del mundo. De acuerdo al estereotipo racial, los países latinoamericanos deberían tener ahorros más bajos. Pero no es así. En Brasil el ahorro privado es del 7 por ciento. Las raíces del desarrollo son políticas, pero esto no quiere decir que los elementos culturales sean irrelevantes. Cada país tiene su historia. Estas “explicaciones culturales” sobre el desarrollo económico son una justificación ex-post de lo que ya sucedió.

¿Por qué en pocos años los coreanos pasaron de ser de los más ahorrativos del mundo a uno de los de menor ahorro?

–Es el resultado de las políticas económicas. Después de la crisis de 1997, los bancos dejaron de prestar a la producción y pasaron a prestar al consumo, donde hacen más dinero. En ese sentido, los bancos de desarrollo son fundamentales. Los bancos comerciales no prestan para el largo plazo. No hay créditos a largo plazo. Son necesarias instituciones como el Bndes en Brasil o los bancos de desarrollo en Corea del Sur y Japón, que prestan a largo plazo para financiar el desarrollo.

¿Qué lugar deben ocupar el FMI y el Banco Mundial?

–Algunos quieren abolirlos, yo no. Si se eliminan las instituciones multilaterales sin importar cuán imperfectas sean, todo se reduciría a negociaciones bilaterales. Donde los Estados Unidos torcerían los brazos de Argentina, Guatemala o Taiwán e impondrían políticas aun peores. Nos quejamos del FMI, pero si se ven los tratados de libre comercio que Estados Unidos tiene con los países en desarrollo, son mucho peores. Hay que reformar esas instituciones. La estructura de toma de decisiones está armada de acuerdo a la distribución de poder económico de 1944, con muy pocas modificaciones marginales. Hay que destruir el poder de veto de Estados Unidos y otorgar más representatividad a los países en desarrollo. Además, las condiciones para acceder a los préstamos son demasiado intrusivas. Imponen el mismo grupo de políticas para todos los países. El mismo talle les entra a todos; esto debe cambiar.


QUIEN ES CHANG
Desde la heterodoxia


”Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás.”

Friedrich List, economista alemán del siglo XIX

A partir de una perspectiva histórica, enfoque poco común en la disciplina para las corrientes económicas dominantes, Ha-Joon Chang se ha encargado de desmitificar los beneficios del libre comercio y la globalización tan difundidos por la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los países centrales. “Durante un siglo, hasta la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue el país más proteccionista en el mundo. En doscientos años de historia, Estados Unidos practicó el libre comercio solamente durante 50 años”, explica Chang. El joven investigador de la Universidad de Cambridge, nacido en Corea del Sur en 1963, tiene su propia versión de la famosa frase del escritor estadounidense Gore Vidal: “El sistema económico norteamericano es socialismo para los ricos y capitalismo para los pobres”. Para Chang las políticas macroeconómicas internacionales se han comportado de la misma forma: “Monetarismo para los pobres y keynesianismo para los ricos”, las herramientas aplicadas por los países desarrollados (emisión monetaria y expansión del gasto público) no deberían ser utilizadas por los países periféricos.

Sus trabajos sobre las economías asiáticas se dedicaron a fortalecer la noción sobre la relevancia de las políticas activas del Estado, principalmente las industriales, y sus instituciones en el desarrollo económico. En 2005, el profesor Chang fue distinguido con el premio Leontief, otorgado a algunos de los economistas más destacados de la heterodoxia. En su último libro, accesible y entretenido para no economistas (Malos Samaritanos: naciones ricas, políticas pobres y la amenaza para el mundo en desarrollo) vuelve a arremeter contra los mitos más difundidos del discurso neoliberal. La publicación se tradujo al español hace poco para el mercado europeo y “algunos de sus amigos argentinos” están negociando para imprimir una edición local. Durante la entrevista con Cash el economista comentó que entre la crisis financiera internacional y la presentación de su último libro no ha parado de viajar por el mundo en los últimos meses. El próximo 8 de julio estará en la Argentina para cerrar el primer congreso de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA) y volverá en agosto convocado por Pro Tejer.

 
  Fuente Diario Pagina 12 25/06/2009
   
  Ja Hoon Chang criticó al Fondo Monetario y al modelo exportador de carne y trigo.
  AFIRMÓ QUE EL FMI NO MUESTRA CAMBIOS FRENTE A LOS ‘90
  Por Patricia Valli
   
 

El problema de la Argentina es que el sistema agropecuario la hizo crecer, pero no se puede seguir generando sólo carne y trigo.” La reflexión corresponde al economista heterodoxo Ja Hoon Chang, sudcoreano y profesor de la Universidad de Cambridge.

Ja Hoon Chang, hoy disertará en el marco de ProTextil y que pasó también por el Congreso de Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA).
“La resistencia del sector agropecuario a que la Argentina desarrolle industrias con mayor contenido tecnológico es uno de los impedimentos”, agregó el economista en referencia a la pelea por las retenciones que comenzó el año pasado y se prolonga por estos días con la decisión del campo de no comercializar granos durante una semana.
“No creo que el sector agropecuario esté en contra”, aclaró Chang, que avala las retenciones como mecanismo para generar recursos que puedan contribuir al desarrollo de otros sectores menos favorecidos por las condiciones internacionales, como los industriales.
En tanto, para la transición de una economía agrícola a una industrializada propone la agregación de valor en la cadena agrícola para desarrollar una mayor fortaleza del sector manufacturero. Asimismo, consideró que la devaluación sirvió para tener un tipo de cambio competitivo, pero no es la única variable económica. “Si devalúan y después no hacen nada, en tres o cuatro años tenés que volver a devaluar. El tipo de cambio sólo crea un espacio, da un margen de maniobra”, puntualizó.
Chang también visitó Buenos Aires en julio y en esa oportunidad se reunió con funcionarios del Gobierno. Las recomendaciones del economista, en ese marco, no distan de lo que –al menos en los enunciados– propone el oficialismo. En ese sentido, consideró que para avanzar en el desarrollo se necesita una instancia de diálogo entre Estado, campo, industria, gremios y bancos –entre otros actores– para acordar el entramado productivo con una visión de largo plazo. “El Estado debe ser un facilitador.”
Los tiempos, en tanto, corren. El margen de maniobra –dijo este economista que lee a Borges y a Cortázar– “es dentro de este año, porque a mediados del próximo ya entrarán en campaña para las elecciones presidenciales”.

DOBLE DISCURSO. Lejos del discurso de los “gurúes”, Chang se convirtió en nombre de referencia dentro de la corriente desarrollista y tiene entre sus principales argumentos el doble discurso de los países desarrollados, que “promueven un sistema de libre mercado que no fue el que ellos aplicaron para llegar a convertirse en potencias”.
“Siempre se puede rodear las normas de la OMC. Mientras que los países emergentes buscan un cambio en las políticas mundiales, porque esto no cambiará de la noche a la mañana, hay que buscar políticas que se complementen con las normas internacionales”, agregó el economista, que enfatizó que la meta de los emergentes debe ser juntarse y presionar para que las normas cambien.
Entre las medidas a las que se puede echar mano dentro de los límites de la Organización Mundial de Comercio enumeró los subsidios para el desarrollo de sectores agrícolas, las ayudas para la investigación, por políticas con mayor cuidado del medio ambiente y para el desarrollo de las economías regionales, es decir, herramientas que se aplican en los países desarrollados y que no darían lugar a reclamos en los foros globales.
“A los países en vías de desarrollo les lavaron el cerebro haciéndoles creer que hay muchas cosas que no se pueden hacer, pero hay que ayudar a las industrias, promover las exportaciones”, ejemplificó. En ese sentido, destacó también el financiamiento para las ventas al exterior.
Frente a las críticas que recibieron desde empresarios de socios comerciales por las medidas en frontera, como licencias no automáticas, Chang señaló que “hay una gran hipocresía, en particular porque los países desarrollados han entregado millonarios rescates”.
El economista reconoció que estos salvatajes generaron grandes distorsiones en el entramado global, pero que fueron necesarios desde un punto de vista macroeconómico. “Los problemas subsisten por estos rescates. Los mercados de capitales están llevándonos a otra burbuja”, vaticinó el especialista sudcoreano, que por ese mismo motivo consideró que la crisis global no llegó a su piso aún y lo que se ve es “que el sistema financiero avanza mucho más rápido que la economía global”.
En ese marco puntualizó que el sector financiero tiene que estar “mucho más regulado”, aunque no ve un cambio en esa dirección, en particular en los Estados Unidos.

FMI. Cuando se piensa cómo será la salida de la crisis existe consenso sobre la necesidad de una mayor coordinación general. En ese marco, algunos economistas señalan a los organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y la OMC como posibles articuladores del sistema. Pero Chang es escéptico.
“El FMI no muestra grandes cambios con respecto a los ’90. Quizás la única diferencia en el discurso es que se muestran menos insistentes en la apertura de los mercados de capitales, pero fuera de eso son las mismas recetas de ajuste que no dieron resultados y en la Argentina lo saben muy bien”, puntualizó el autor del libro Retirar la escalera, la estrategia del desarrollo en perspectiva histórica.
“Se necesita el apoyo y la coordinación del Estado para el desarrollo industrial”, indicó por su parte Luciano Galfioni, miembro de la Fundación ProTejer, que acompañó a Chang en un encuentro con la prensa.

   
  Fuente diario El Argentino 27/08/2009